Norristown, PA – En septiembre de 1995 se celebró en China la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en la cual se decretó el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña Adolescente, (ONU). Este año para conmemorar la fecha, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), bajo el lema “Mi voz, nuestro futuro común”, nos exhorta a divulgar la historia de niñas que necesiten ser escuchadas y reconocidas por su valor, esfuerzo y pensamiento.
Ángeles, Dulce y Yuliana son tres adolescentes que ya han experimentado situaciones muy difíciles en su vida. Forman parte de la comunidad CCATE (Centro de Cultura, Arte, Trabajo y Educación), en Norristown, un espacio que les ha permitido estudiar, crear y sentirse libres, como lo expresó Ángeles, nacida hace 14 años en el estado de Puebla, México. Su vida quedó marcada a los cuatro años, cuando sus padres tuvieron que emigrar a Estados Unidos. Recuerda haber sentido temor e intranquilidad durante toda su niñez por la ausencia de sus padres y por la inseguridad, ya que en su pueblo era frecuente escuchar que alguien había sido “levantada”, es decir, una mujer había desaparecido.
Hace dos años, Ángeles pudo reunirse con sus padres, y desde entonces vive en Norristown. “No viví con mis padres por muchos años, y ahora que estoy con ellos, me siento extraña, en un país extraño, con un idioma y costumbres diferentes a las mías. Aunque ha sido difícil para mí, yo sé que ha sido más difícil para mis padres y por eso los amo más”. Actualmente se esfuerza para aprender inglés; asiste a la escuela y ha iniciado clases de guitarra, porque algún día quisiera dirigir el coro de su iglesia. Además, practica la danza folklórica mexicana en el grupo Nuevo México. “Saber que soy capaz de cantar, bailar y tocar la guitarra me emociona, porque me hace sentir que soy capaz de hacer cualquier cosa”.
Asistir a la iglesia es una actividad dominical que une a la comunidad inmigrante; allí se ora por la salud y el bienestar de la familia, como lo hace Dulce, primogénita de inmigrantes mexicanos, nacida en Pensilvania hace 15 años. Desde hace cinco meses, ella y su familia sufren por la enfermedad del papá, principal proveedor del hogar, hospitalizado a causa del COVID-19, situación que la ha obligado a tomar las riendas de su casa junto con su mamá. Diariamente ayuda en las labores del hogar, a cuidar al hermanito más pequeño, atiende sus clases en línea y, además, ayuda con sus tareas a otros niños en CCATE. “Las mujeres debemos ser fuertes porque no tenemos otra opción. Nosotras hacemos muchas cosas, aunque estemos enfermas. Yo creo que el quehacer de la casa es obligación de hombres y mujeres”.
Dulce se ha destacado siempre por ser una alumna sobresaliente, y reconoce que existen carencias en su escuela. “Yo quisiera que mi escuela estuviera más modernizada y tuviera los mismos recursos que otros condados más ricos. Aquí también hay niños inteligentes y capaces que necesitan apoyo”. La escuela superior de Norristown tiene un puntaje 4 de 10, en el “ranking” de GreatSchools (greatschools.org). Hoy, pese a su situación, Dulce está contenta y emocionada porque fue seleccionada, por su esfuerzo, para tomar una clase en la Universidad de Pensilvania, lo que le ha valido la admiración de otras niñas, como Yuliana.
“Yuli” es una niña puertorriqueña que llegó a EE. UU. junto con su familia cuando tenía ocho años. “Llegué a un lugar que no me gustaba. No entendía el idioma y no me gustaba la comida. Me sentía triste, no quería estar aquí”. Sin embargo, tuvo que adaptarse a la situación y aceptar que aquí su familia tenía mejores oportunidades de trabajo. Tal vez, algún día pueda regresar a su país, aunque sea de vacaciones y visitar a sus viejas amistades. Actualmente, a sus 11 años, habla inglés, participa en eventos artísticos y culturales de CCATE, y se ha sentido orgullosa de sí misma al ver expuestas obras de arte elaboradas por ella y sus compañeros en un lugar tan importante como el Museo de Arte de Filadelfia. “Lo que más me gusta de vivir aquí es tener la oportunidad de hacer lo que hago; en otoño, ver los árboles llenos de hojas rojas y naranjas, y en invierno, jugar con la nieve”.
Educar, empoderar y asegurar el futuro de nuestras niñas
Al ser cuestionadas acerca de si les gustaría cambiar algo de ellas, física o emocionalmente, su respuesta fue un ¡no! unánime y contundente; y se cuestionaron ¿Para qué? Si, así como son, con la capacidad de ver, caminar, estudiar y de soñar, les es suficiente. A estas valerosas chicas les gusta ser quienes son, y ser hijas de sus respectivos progenitores.
Concluyen esta alentadora conversación expresando su deseo de acabar con la discriminación, de ayudar a los inmigrantes, de que los niños siempre tengan que comer y de controlar la crisis climática. Me uno a los ideas de estas jóvenes, que brindan una gran lección de sensibilidad, madurez e inteligencia.
“Yo sé lo que quiero. Tengo un objetivo, una opinión, tengo una religión y tengo amor. Déjame ser yo misma. Con eso me basta y me sobra”. Ana Frank.