La escasez de vivienda tiene en vilo a Estados Unidos. La calidad de vida de las familias y la economía están seriamente afectadas por este fenómeno, que dejó de ser exclusivo de algunos estados para convertirse en nacional.
Se estima, según Freddie Mac, que el déficit supera los tres millones de unidades, cifra que se duplicó entre 2012 y 2019. A lo anterior se suman las consecuencias generadas por la pandemia. Esto ocasionó que los precios de viviendas y alquileres se dispararan, debido al aumento de la demanda por las nuevas condiciones de trabajo remoto, que implican la búsqueda de espacios más amplios y cambios de ciudad.
Otro factor decisivo para el déficit de vivienda se ha dado por las históricas reducciones de las tasas de interés, que generaron un boom de compra, principalmente por parte de los millennials. En la actualidad, hay muchos adultos jóvenes que quisieran mudarse de la casa de sus padres, pero no pueden pagarse el cambio, o compañeros de cuarto que preferirían vivir solos si pudieran.
La construcción de viviendas aún está viviendo el coletazo de la recesión producida entre 2007 y 2009 y que ha dejado un alto costo de la tierra, la reducción de préstamos para constructores y compradores, el incremento en el valor de materiales y las exigencias de los gobiernos locales.
Pueden explorarse varias soluciones, pero muchas, desafortunadamente, no están en manos de los constructores, pues dependen de factores económicos, sociales y sanitarios (en el caso de la pandemia). Para los constructores, la respuesta está enfocada en la eficiencia en todo el proceso, desde la adquisición de la tierra hasta el producto final.
El gobierno de Estados Unidos ha hecho esfuerzos para eliminar los cuellos de botella en las cadenas de aprovisionamiento. Asimismo, ha intentado que las autoridades locales y estatales no generen restricciones. Sin embargo, dichos esfuerzos se han quedado cortos. Seguimos enfrentándonos a exigencias por parte de gobiernos locales, que entorpecen, generan sobrecostos, ineficiencia, desaprovechamiento y demoras en los nuevos desarrollos. Son políticas económicas que crean dificultades para que los norteamericanos puedan acceder a préstamos para la compra de vivienda y que provocan sobrecostos a la cadena de construcción. Así, obviamente, la oferta disminuye y se incrementan los precios generados por la alta demanda.
Hay que flexibilizar la capacidad de la tierra para construir. Es decir, actualmente, en un terreno donde pueden desarrollarse entre 40 y 50 unidades, solo se hacen 30 por las restricciones impuestas. Esto genera sobrecostos e ineficiencia en el aprovechamiento de los terrenos.
* Michael J. Newell es promotor inmobiliario, fundador y director ejecutivo de Standard Land Development y M.J. Newell Homes en Florida, EEUU. https://www.standardlanddevelopment.com @michaeljnewell