Filadelfia – Hace unos días, Aura González, conocida cosmetóloga de la ciudad de Filadelfia, perdió la vida a causa de COVID-19. Ella era famosa entre sus clientas por su habilidad para el corte de cabello y el manejo del blower hair o secadora de cabello. Hoy, amigas, alumnas y clientas la recuerdan con cariño.
Sarita Montilla de 65 años, clienta por más de 20 años, recuerda cómo conoció a Aura. “Cuando llegué a Filadelfia de República Dominicana, pedí referencias de alguien que supiera cortar bien el cabello, y me dieron los datos del salón de Aura. En verdad que ella era muy hábil para dejar el cabello hermoso y bien arreglado”. A pesar de que Aura cambiaba su lugar de trabajo, y se instalaba en otro salón, sus clientas la seguían donde fuera que estuviera.
Algo que caracterizaba a Aura era la amabilidad con la que trataba a sus clientas y a sus aprendices, como lo refiere Sarita. Las muchachas que querían aprender a cortar el cabello se dirigían con ella. Siempre fue muy profesional, no dejaba de trabajar, ni aun el día que se lastimó la mano. Manejaba con gran destreza las tijeras y el blower. “Sin duda, Aura nació con esa gracia, por eso yo no dejaba que nadie más cortara mi cabello, hasta que llegó la pandemia”, nos comenta.
La pandemia, que inició el año pasado, obligó a varios locatarios a cerrar sus negocios. Sarita ya no tuvo la oportunidad de arreglarse su cabello. Nos platica que, por miedo a contagiarse, ya no salió de su casa, y comenzó a usa doble mascarilla. Al inicio, ella misma confeccionaba sus mascarillas, las cuales vendió y otras muchas regaló, e invitaba a la gente a que la usara. “No podía creer que mucha gente no se quisiera poner la mascarilla, yo les decía, póntela, es por tu bien”, nos dijo.
Al seguir conversando con Sarita, me di cuenta de que era una persona muy especial. Ella emigró a los Estados Unidos hace 23 años, siguiendo a su esposo, quien ya se encontraba aquí. A pesar de que en su país estudió la licenciatura en química, nunca ejerció su profesión aquí porque no hablaba inglés. Sin embargo, se pudo desarrollar como voluntaria en el Colegio Comunitario de Filadelfia, donde participaba en los programas de Educación para Adultos.
Por muchos años, fue madre de crianza temporal para Niños Foster, menores que han sido retirados de sus hogares por abuso, y que son entregados a familias adoptivas para que cuiden de ellos. Sarita dice que, aunque es una experiencia muy dura, la satisfacción que recibes por haber ayudado a esos niños lastimados física y emocionalmente, es muy grande, “como una niña que recibí cuando ella tenía 5 años, la quise mucho, pero sus parientes se la llevaron pronto sin que yo pudiera hacer nada. También me acuerdo de Ezequiel quien llegó a formar una linda familia, o a Pablo, quien llegó a estudiar en la Universidad. A ellos y a todos los demás los recuerdo con mucho cariño”, recuerda con emoción.
Finalmente, Sarita nos comparte “Siento mucho lo que le pasó a Aura, supe que estaba internada en el hospital, y sentí mucha pena porque nunca recibió la vacuna, ya que trabajaba mucho y no tenía tiempo de ir, como me dijo un día. La última vez que hablé con ella, le había pedido una cita para que me atendiera, pero, ya no pudo ser. Que descanse en paz, sin duda una persona a todo dar”.