Todo estaba listo para comenzar la fiesta literaria en el City Hall Courtyard de Filadelfia, este pasado 24 de septiembre. Los integrantes del comité, voluntarios y personal, que trabajan en la ciudad, estaban organizando toda la parte logística que demanda este tipo de eventos. Eran las 10:30 de la mañana, cuando en el patio municipal se empezaba a escuchar, con más frecuencia, el idioma español.
Las mesas y las sillas estaban organizadas de acuerdo con el croquis. Los más de 25 autores, de diferente género literario, iban llegando con sus libros a las mesas asignadas. Cada uno de ellos, empezó a crear, muy detalladamente, ese espacio visual de conexión íntima con el lector. ¡El entusiasmo reinaba en el ambiente!
Los minutos iban pasando y llegó el mediodía. El grupo puertorriqueño “Los Bomberos de la Calle” inauguró con ritmos de bomba y plena el escenario del patio. La bailarina, una niña en edad escolar, vestía una falda amarilla que bailaba al ritmo de los tambores. Parecía una conversación sin palabras –entre los músicos y ella–, porque solo la melodía se dejaba expresar a través de sus movimientos. Los transeúntes que caminaban por los corredores pusieron una pausa a su horario habitual para admirar ese momento musical.
Pensé: ¡qué gratificante es inculcar las tradiciones culturales a las nuevas generaciones!
El escenario principal estaba decorado con las banderas de los diferentes países hispano hablantes –no recuerdo haberlo visto en otras ocasiones–, me pareció muy simbólico y contundente. Después del acto protocolar, empecé a visitar las mesas. Observé cómo el público, de todas las edades, interactuaban con los escritores. Los pequeños lectores escogían sus libros e historias que querían leer en casa.
En el camino conversé con una nana de origen panameño que cuida a dos niños de una familia anglosajona estadounidense. Ella muy orgullosa me dijo que los cuidaba desde hace mucho tiempo, y que les había enseñado el idioma español; agregó que los padres no lo hablaban. El niño a su temprana edad me dijo la mujer, ya había escogido y comprado cuatro libros en español para llevar a casa. “Ellos leen mucho», agregó al final de nuestra corta conversación.
Después visité la mesa de Mighty Writers y conocí a Selekha Ramos, directora de Programas Virtuales, y me comentó de la labor social de esta organización. Me dijo que durante la pandemia empezaron a regalar libros en la distribución de productos alimenticios a la comunidad –una práctica que continúan hasta el momento–. En la amena charla me dijo que uno de sus objetivos era motivar a las personas a leer durante los tiempos del confinamiento. Así, con las historias, los lectores podrían viajar a otros lugares a través de su imaginación.
Selekha recordó cómo la lectura la ayudó a incrementar su vocabulario en español, cuando era pequeña. Selenkha aprovechó para platicarme sobre los programas gratuitos que ofrece Mighty Writers a la comunidad, como la ayuda con las tareas escolares y el desarrollo de “la identidad latina” a través de los talleres de escritura.
Después de caminar unos pasos, pude observar como la autora española, Concha Alborg estaba en la mesa del escritor Carlos José Pérez Sámano comprando un libro; él muy amable se lo firmó con una dedicatoria. La mesa del escritor mexicano tenía algo de particular, junto a sus libros a la venta, era una máquina mecánica de escribir y una tableta de papel. En ese momento recordé que Selekha me dijo que, si le daba una palabra a Carlos, él podría escribirme un poema. Así que me lancé al desafío y le di al autor la palabra “familia”. Durante unos minutos, el poeta estaba muy concentrado y solo se escuchaba el sonido fuerte del “click-clak” de las teclas. Las palabras parecían fluirle de manera muy natural; al cabo de un corto tiempo, me entregó el poema firmado.
Cansada de caminar durante unas horas sin parar, de una mesa a otra, y de conversar con muchos de los autores me senté para descansar y apreciar la dulce y melódica voz de la colombiana Laura Lizcano. Después, el dueto “De Tierra Caliente” puso a bailar a la audiencia con música brasileña al cierre del evento.
Participar de una feria del libro no solo significa comprar libros para apoyar a los autores que no son muy conocidos; sino que va mucho más allá de eso, denota un convivio literario entre los autores y los lectores, debajo de un marco cultural que identifica una lengua: en este caso, el idioma español. Después de haber estado confinados por mucho tiempo, por causa del COVID-19, me gustó mucho observar la interacción entre las personas.
¡La convivencia comunitaria es muy importante para el desarrollo colectivo!
Si usted es autor y quiere participar en la Cuarta Feria Latinoamericana del Libro, en Filadelfia, lo invito a que visite la página www.latinbookfair.com. ¡Los esperamos el próximo año!
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