La vida es para mí como un tren en marcha, un proceso donde se elige seguir tal cual o hacer una parada y cambiar de rumbo. Es así como hace un año, a inicios de la pandemia y en plena cuarentena, se me presentó la oportunidad de participar en un nuevo proyecto. Eran momentos de incertidumbre, sin embargo, decidí unirme al grupo de emprendedores de esta bella aventura de periodismo innovador llamada Impacto.
Lo que lo hace especial es el variado plantel de reporteros, que cuenta con periodistas experimentados, pero también con un grupo de nuevos “reporteros comunitarios”, personas que, al igual que yo, llevan años participando en sus barrios, sea en el ámbito profesional o filantrópico, buscando aportar con sus talentos a la comunidad. Conocen a fondo y de primera mano la realidad, problemáticas y necesidades de los grupos en los que participan. Todo este conocimiento, que difícilmente se aprende en la educación formal, es el que permite que escribamos de aquello que consideramos relevante comunicar. Buscamos que cada vez más los lectores se vean representados, pero, sobre todo, se sientan escuchados. Impacto quiere hacer oír las voces de las minorías, de los inmigrantes, de los grupos olvidados y sacar a la luz las historias no contadas, del diario vivir en Filadelfia y sus alrededores, buscando mostrar la diversidad y las distintas perspectivas de estas comunidades.
Durante este año, los “reporteros comunitarios”, bajo la guía de nuestra editora en jefe y los compañeros periodistas, hemos entendido que no basta con tener una historia, hay que aprender el arte de saber contarla. En este proceso descubrí que el hacer una pausa y reinventarnos no es dejar de lado lo que uno sabe hacer —educar en mi caso—, es más bien poner los propios talentos a trabajar de un modo distinto.
Aunque queremos usar un lenguaje sencillo, tenemos presente la riqueza de nuestro idioma y queremos ofrecer un producto de calidad. Escribimos para comunidades bilingües y biculturales, sea para un hispano hablante, un hijo de inmigrante que tienen poco acceso a materiales impresos en español de alta calidad o un angloparlante interesado por el idioma de Cervantes.
Dicen que “el que pide al cielo y pide poco, es un loco”. Por eso, en el futuro me encantaría que nuestro periódico sea un medio de alfabetización, que sirva como material de lectura en las escuelas, en las clases de español y en las bibliotecas públicas, en las organizaciones y lugares donde nuestra gente se congrega. Este es solo el inicio de un sueño que se hizo realidad. Gracias por leernos ¡vamos por más!
petymarcet@gmail.com
@Carmen Marcet