Filadelfia, PA – Simón Bolívar, también conocido como El Libertador, no fue solo un militar y político que se puso a la cabeza de la lucha por liberar a varios países sudamericanos del gobierno colonial de España. Su legado se aviva en nuestros días, por el sueño de una Latinoamérica unida.
Nació en Caracas Venezuela el 24 de julio de 1783, Bolívar fue fundador de las repúblicas de la Gran Colombia y de Bolivia. Su lucha liberadora se extendió a Ecuador, Perú y Bolivia, con la visión de lograr el ideal de la unidad política de toda América del sur.
Bolívar creció en una familia de la aristocracia venezolana. Sus padres, eran dueños de plantaciones de cacao y minas de cobre – y fieles a la corona colonial – murieron cuando Simón todavía era un niño, y dejaron a su hijo una gran fortuna. Bajo el cuidado de sus tíos, Bolívar recibió una educación que le enseñó los valores liberales. En 1799, a los 16 años, Bolívar viajó a España como parte de su formación. En 1802 contrajo matrimonio con una mujer que había conocido en Madrid, María Teresa del Toro. Cuando los dos regresaron a Venezuela el próximo año, ella se enfermó y murió.
En 1804 regresó a Europa, recorrió Madrid, París y Roma. En la capital francesa conoció a un famoso geógrafo y naturalista alemán, que le habló de las grandes posibilidades de desarrollo económico de América. En ese tiempo, Napoleon Bonaparte estaba estableciéndose como líder de Francia, y por primera vez Simón Bolívar imaginó hacer lo mismo en América, guiando a sus compatriotas hacia la independencia.
Cuando empezó la invasión de Napoleón a España, Bolívar se fue y se incorporó por voluntad en el ejército británico, para combatir contra Francia. Con esa experiencia regresó y comenzó el largo proceso militar y político para llegar a su última meta. Duró casi veinte años, con bastantes desafíos, perdidas y triunfos, para liberar a esos seis países y establecer un legado extraordinario alterando el curso de la historia.
Antes de regresar a Venezuela, hizo escala en Estados Unidos donde observó el sistema presidencialista producto de elecciones libres y la organización federal de estados. Usaría el modelo democrático como aspiración.
Simón Bolívar en el 2020
El historiador John Lynch, ha escrito las dificultades para comprender al personaje de Bolívar y ubicarlo política e ideológicamente «Para los historiadores liberales fue un luchador que combatió la tiranía. Los conservadores crearon a su alrededor un culto. Los marxistas lo rechazaron por considerarlo el líder de una revolución burguesa. Inclusive hoy son muchos quienes quieren apropiarse de su pensamiento o reencarnarse en él para justificar proyectos políticos como la ‘revolución bolivariana’ o el ‘socialismo del siglo XXI».
Bolívar, el «padre de la patria», es admirado no solo en Venezuela, y en estos países en los que intervino en su proceso de independencia; el resto de Latinoamérica lo reconoce como uno de los grandes libertadores americanos, por su sagacidad política y capacidad militar, incluso donde su influencia fue prácticamente nula, como Argentina, Brasil y México; sin embargo, ha habido pugnas entre colombianos y venezolanos. Hugo Chávez acuso “oligarquía colombiana» de su asesinato.
Aunque se le ha considerado como un precursor del socialismo del siglo XXI o de la unidad latinoamericana, Bolívar escribió en su Carta de Jamaica: «Inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución».
La historia de Bolívar ha sido escudriñada por muchos desde historiadores, ensayistas y escritores. Entre ellos “El general en su laberinto”, de Gabriel García Márquez. La obra de William Ospina ha repasado la conquista de América y la ha reivindicado como un campo de estudio que tiene aún mucho que decirnos sobre la identidad latinoamericana y sus desafíos sociales, culturales y políticos. En 2010 escribió el guion de la obra de teatro: Bolívar, fragmentos de un sueño.
En Filadelfia como en el resto del mundo donde han emigrado latinoamericanos, su imagen, es el retrato que evoca nuestra integración intercultural, que trasciende fronteras geográficas, demográficas, económicas y sociales; que se hace posible, gracias a una historia, una lengua, una identidad compartida, en la riqueza de nuestra diversidad.
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