Ana Pelico ayuda a la comunidad inmigrante latina. (Foto: Cortesía/Ana Pelico)

En el Mes de la Historia de la Mujer, Impacto honra a una inmigrante ejemplar, que es parte de la historia de su país natal y ahora de la de los Estados Unidos.

Hay inmigrantes que han realizado trabajo comunitario para mejorar las condiciones de las mujeres en sus países de origen. Ana Pelico es una de ellas.

Estudió para asistente de enfermería y maestra de educación secundaria en ciencias sociales en Guatemala, “porque son profesiones muy humanistas”. Su padre soñaba con ver a una de sus hijas corriendo en un hospital como enfermera, aunque no alcanzó a verla con su uniforme ni atendiendo a pacientes.

Ana fue la secretaria interina del sindicato de trabajadores de educación de telesecundaria, alcaldesa comunitaria en la municipalidad de Momostenango, presidenta del Concejo de Desarrollo Comunitario, presidenta Municipal de Mujeres, administradora de Deportes Sociales, Emprendimiento, e Infraestructura Educativa y participó en proyectos de desarrollo de la comunidad.

Junto con el grupo “Mujer Vamos Adelante” ayudó a abrir la Casa Maternal.

Nacida en San José el Idolo, Suchitepequez, de padres comerciantes, es la hija número 13 de 15 hermanos, de las cuales siete hermanas. Los cinco mayores son hijos solo de su padre; “aun así no hubo diferencia, él siempre nos mantuvo unidos y yo estoy agradecida por ser la última de las mujeres, la consentida de mis hermanos”.

Su padre les inculcó valores de práctica en la vida diaria, el compartir con otros, la solidaridad, el respeto, la disciplina y sobre todo la honestidad y la honradez.

“Mi padre era un hombre analfabeto, pero él soñaba con vernos triunfantes no en lo material”. Ana comparte que los motivó a estudiar una profesión que les gustara. Les brindó su amor como su madre, y la práctica de valores.

“Me siento tan querida, tan protegida, porque ya casi llego a los 50 años, pero aún me siento la hermanita que ellos cuidan”.

Con líderes de la comunidad. (Foto: Cortesía/NSM)

El inicio de su misión

“Mi proyección en apoyo a la mujer nació desde un proyecto radial. En el pueblo donde estuve viviendo se creó una radio comunitaria de la iglesia católica. Hice mis grabaciones, se las llevé al párroco que era el director”. Ana le dijo que quería ser locutora y tener su programa como voluntaria.

Así comenzó con su programa “De mujer a mujer”. Luego el director de radio le asignó otro programa para niños, entonces ya tenía “El mundo infantil” en otro horario, con contenido totalmente educativo.

Al ver el éxito de su programación, el párroco le asignó un tercer programa llamado En la cena con familia.  De ahí siguió su desarrollo en el servicio público por elección popular.  

Se ocupó también de buscar proyectos en beneficio para la mujer. “Uno era ser consciente de cuando una es violentada. En nuestra cultura es un tema muy delicado de tocar por tanto hablamos sobre las fortalezas que podían ayudar”.

Participó en construir un centro de capacitación, así como un programa de salud donde la mujer puede tener a su bebé incluyendo su cultura “porque regularmente allá cuando la mujer tiene al bebé se ‘temazcalea’ como le decimos cuando la colocan en un baño sauna”.

Ana se dedicó doce años a su labor en el gobierno municipal para el bienestar de las mujeres y la comunidad.

“El último proyecto que hicimos fue la construcción de un puente vehicular y peatonal que conectaba a la comunidad con una escuela porque había un peligro para los niños”. Ese proyecto ayuda a proteger a los niños, a los adultos mayores, a las mujeres embarazadas, porque el trayecto era muy resbaladizo.

Con sus compañeras de trabajo. (Foto: Cortesía/NSM)

Un nuevo comienzo

Ana llegó a Filadelfia en el 2017 por cuestiones financieras cuando su esposo la abandonó y la dejó con deudas enormes. Debido al trauma que había sufrido tanto físico como mental, “me sentía como una zombi, pero tuve terapia y salí adelante”. Tras dos años de terapia en 2022, valoro de nuevo su potencial como persona.

Mientras se liberaba de ese dolor interno, continuó ayudando a los inmigrantes que acudían a ella, ya que sostiene que, “también era curación para mí”. 

Vive en Upper Darby donde conoció a una familia guatemalteca “a la que estoy agradecida eternamente por el apoyo de esa gente hermosa que apareció en mi vida”.

Ahora cuando se mira en el espejo y dice que se admira y se ama así misma, sabe que no será derrotada. Ama la vida y la riega constantemente con su resiliencia.

Es voluntaria en una comunidad inmigrante centroamericana grande y está llegando mucha gente de Suramérica a las que también le brindan su apoyo.

¿Cómo llegó al Movimiento Nuevo Santuario?  “Todos venimos quizás con una misión porque yo inicié como voluntaria para Puentes de Salud, enfocada a mi vocación en mi área de salud. También estuve en La Puerta Abierta con las terapias y ahí me conoció alguien de Santuario y me invitó a una capacitación de tecnología”.

Durante su graduación la codirectora de la organización la invitó a trabajar en el programa de acompañamiento a inmigrantes. Comenzó a trabajar en Movimiento Nuevo Santuario en el verano de 2022.

Ayuda a diario a la comunidad inmigrante a navegar y a tener acceso a los recursos para sus diversas necesidades, aunque ella misma tiene retos.

“Mi mayor reto es el idioma. Otro de los retos es encontrar el cambio y la búsqueda de la libertad en la que el ser humano, con sus bajas y altas, pero que se sienta libre de vivir, porque entonces puede buscar y encontrar soluciones ante cualquier circunstancia”.

También enseña educación cívica, ya que resalta que hay que tomar conciencia de que “acá hay leyes que van respetadas”.

Uno de los grandes sueños de esta activista guatemalteca es que la gente emprenda, aprenda y comprenda para obtener autosuficiencia en la ciudad.

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