Sirvió como congresista por 5 años por el Partido Nacionalista Peruano. (Foto: Cortesía/Hilaria Supa Huamán)

Cuarenta años de lucha por los derechos de las comunidades indígenas

La activista de derechos humanos, Hilaria Supa Huamán, directora del centro de salud peruano Mosoq Pakari Sumaq Kawsay (nuevo amanecer para una vida buena), recibió el prestigioso premio de la Fundación Renfield por la salud global de las mujeres, otorgado el 13 de marzo por la Escuela de Enfermería de la Universidad de Pensilvania.

Este reconocimiento fue por la dedicación de toda una vida defendiendo los derechos y el bienestar de las mujeres indígenas en Perú, en particular por su trabajo incansable contra la esterilización forzosa. Entre los años 1996 y 2000, el gobierno de Alberto Fujimori implementó en ese país suramericano, en especial en las comunidades de las zonas rurales, la campaña de control demográfico mediante el Programa de Planificación Familiar y Salud Reproductiva.

Mujeres indígenas luchando por una vida sin violencia. (Foto: Cortesía/Hilaria Supa Huamán) 

La esterilización forzosa o esterilización forzada es aquella que se produce en una o más personas sin su consentimiento ni justificación médica o clínica, con intención eugenésica, punitiva o anticonceptiva forzosa. Como resultado de esta práctica, 314,605 mujeres fueron sometidas a la ligadura de las trompas de Falopio, un método quirúrgico irreversible.

Luchando por la verdad y la justicia. (Foto: Cortesía/Hilaria Supa Huamán)

La implementación de ese programa fue una grave violación de los derechos humanos que ha sido ampliamente calificada de limpieza étnica o genocidio contra las comunidades indígenas del país. Cifras oficiales indican que más de siete mil mujeres, en su mayoría campesinas, indígenas y pobres, fueron esterilizadas contra su voluntad. Investigadoras han declarado que fueron manipuladas, engañadas, chantajeadas o llevadas a la fuerza, operadas en condiciones muy precarias e indignas, abandonadas a su suerte y luego olvidadas por el Estado.

Ni olvido ni perdón a las esterilizaciones forzadas (Foto: Cortesía/Hilaria Supa Huamán)

Cuatro veces se ha archivado la investigación en el Ministerio Público, debido a la interferencia del poder político del fujimorismo y a una cultura machista que pervive en el Perú, que continúa considerando el aparato reproductivo de las mujeres como un bien común sobre el cual el Estado puede decidir y no ha sido capaz de desarrollar un programa de reparaciones que garantice los derechos de las afectadas.

Hilaria Supa Huamán junto al intérprete Armando Ezquerra Hasbún. (Foto: Leticia Roa Nixon)

En el mundo andino, la fertilidad es una condición fundamental para la mujer, así como para la tierra. Hay una estrecha conexión entre ambas ya que son fuente de vida. Este proceso traumático dejó en ellas secuelas físicas y psicológicas que arrastran aún 24 años después. Para sus esposos y su comunidad son “mujeres enfermas”, que son estigmatizadas y marginadas por haber perdido sus facultades reproductivas.

La defensora de derechos indígenas peruanos con estudiantes universitarios. (Foto: Leticia Roa Nixon)

En Filadelfia

Hilaria Supa Huamán, como dirigente de su comunidad y de la Federación de Mujeres Campesinas de Anta, en Cuzco, relató cómo sintió el horror al enterarse de las esterilizaciones forzadas. “Yo estuve en la China en 1995 cuando Fujimori dijo que la economía de las mujeres iba a mejorar cuando se cuidaran”. Desde ese momento comenzó a recoger testimonios de mujeres que habían sido operadas.

Durante la ceremonia de premiación, a través del intérprete Armando Ezquerra Hasbún, la activista respondió las preguntas de la moderadora y del público. Uno de los testimonios de las mujeres que confiaron en ella es el siguiente:

“Una compañera vino a contarme que había ido a comprar leche para su bebé porque lo estaba despechando. Ella se encuentra con el enfermero en la plaza de Huarocondo y este le pregunta: ‘Señora, ¿a dónde está yendo’, y ella le dice: ‘He venido a comprar leche para mi bebé porque estoy despechando’. Él le responde: ‘No. Hay una campaña en Izcuchaca. Vamos a Izcuchaca y de allí después compras tu leche’. Ella no quería ir pero el enfermero logró presionarla. La subieron a la ambulancia y se la llevaron a Izcuchaca. Ahí la hacen cambiar su ropa y, según ella, ‘me ponen una inyección en la mano, me dicen que cuente y me había dormido, y cuando me despierto ya había estado mi barriga con parche. Y muchas mujeres habían estado en el suelo llorando, llamando a su familia, allí en el suelo todas tiradas’, dice. Su esposo se decepcionó con ella y tuvieron muchos problemas. Su esposo ya falleció”.

En el extremo derecha, Lucía Isabel Stavig, antropóloga médica, que ha colaborado con Hilaria desde 2017. (Foto: Leticia Roa Nixon)

Con este premio, Hilaria continuará ayudando “a las mujeres afectadas a sanar y a transmitir el conocimiento acerca de la medicina y la obstetricia y los derechos que mantendrán a nuestra gente segura durante las siguientes generaciones”.

El 14 de marzo, la excongresista por el Partido Nacionalista Peruano (PNP) y quien fuera miembro del Parlamento Andino por cinco años, se reunió con estudiantes de diversas nacionalidades en el centro intercultural Greenfield en el campus universitario. Compartió acerca de su niñez, como hija indeseada por sus padres, criada por los abuelos maternos, con quienes aprendió el conocimiento ancestral y a pelear para recuperar los terrenos que el hacendado les quitó. Su abuelo fue asesinado en esa lucha. 

La activista gusta de escuchar a la juventud. (Foto: Leticia Roa Nixon)

A los 14 años tuvo a su hija y a los 17, un hijo. Ya con otra pareja tuvo una hija más. “Nos han enseñado a quedarnos con nuestra pareja, aunque nos pegue o nos limite, pero claro que todos los hombres no son malos”, afirma Hilaria, quien ha vivido en carne propia la humillación, el desprecio y el racismo por ser mujer indígena. Sin embargo, su mensaje es de esperanza, de comprensión y justicia. “Seguiré peleando hasta que Pachamama (Madre Tierra) me de fuerza”, asegura.

Esta aguerrida activista de 66 años continúa peleando por la salud y el bienestar de las comunidades indígenas peruanas. Aborda temas desde la salud materna a las prácticas tradicionales de curación y se asegura de que las preocupaciones de estas comunidades estén representadas en los foros nacionales.

El premio Renfield le ayudará a ofrecer salud mental móvil, servicios biomédicos y ancestrales en 13 provincias y 114 distritos de Cuzco, con el fin de servir a más de 10,000 mujeres esterilizadas por la fuerza. Su meta también es establecer conexiones con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí