Tras cuatro años de separación forzada de sus hijos por la orden ejecutiva “Tolerancia Cero”, del expresidente Trump, Keldy Mabel González Brebe de Zúñiga se reunió con sus tres hijos en el norte de Filadelfia. Su historia, como la de muchos inmigrantes centroamericanos que buscan asilo en los Estados Unidos, se convirtió en una larga pesadilla, sin embargo, la intervención de sus abogados fue clave para que la familia se reuniera nuevamente.
EL CASO
Keldy Mabel fue testigo del asesinato de cuatro de sus hermanos por pandilleros. Desde el momento en que ella denunció los actos, los criminales la buscaron para hacerle daño, así que se vio forzada a mudarse continuamente junto con sus hijos, y finalmente migró a los Estados Unidos.
En otoño de 2017, Keldy Mabel llegó al estado de Nuevo México. Se entregó de inmediato a las autoridades de inmigración y fue enviada a un centro de detención donde permaneció por dos años y medio, hasta que fue deportada a Honduras. Alex, su hijo mayor de 18 años en ese entonces, viajó por su cuenta a la ciudad de Filadelfia, donde vivió con su tía. En ese año, sus hermanos, Mino y Erick, pasaron ocho meses recluidos en un centro de detención hasta que pudieron reunirse con él.
Tras ser deportada, Keldy Mabel regresó a México en 2019, donde estuvo ayudando a otras familias inmigrantes en la zona fronteriza. Gracias a esa labor comunitaria, sus abogados consiguieron un permiso humanitario para que ella lograra reunirse con sus hijos, lo cual ocurrió el 4 de mayo de este año.
LA JOVEN ABOGADA INTERVIENE
Años antes de la reunificación, la activista hondureña María Turcios se comunicó con la abogada Karenina Wolff Sánchez para que tramitara la patria potestad de Alex, quien es el guardián de sus dos hermanos. Ella no estuvo presente en la reunificación de los muchachos con su madre. Más tarde en su muro de Facebook escribió “en 2019 representé a tres jóvenes cuya madre fue separada de ellos en la frontera de Estados Unidos y México. Ayer se reunieron con su madre…”
Así se refirió la abogada ante la buena noticia, aunque ella no estuvo presente cuando los muchachos se reunieron con su madre.
Gracias a un ajuste de estatus migratorio especial para menores de edad, ayudó a Mino y a Erick ya que Alex no calificaba para ese permiso. Este tipo de residencia se otorga a niños que están huyendo de su país, que han sido maltratados o abandonados por uno o ambos de sus progenitores.
TRAYECTORIA DE SERVICIO
Karenina, de madre mexicana y padre estadounidense, nació en el pueblo de Milford en Pensilvania. Su padre, médico comunitario, se jubiló el año pasado. Su madre ayudaba en la administración del consultorio. “Mis hermanas y yo crecimos en la oficina ya que mi padre daba consultas de noche. A los 10 años ayudaba limpiando la calle, los baños, organizando los archivos, entre otras tareas”, nos cuenta.
Decidió estudiar la carrera de Psicología, y mientras estudiaba, al mismo tiempo trabajaba en un preescolar para niños con autismo. Al graduarse en 2008, el país pasaba por una recesión, por lo que no encontró trabajo de tiempo completo ni prestaciones para ella. Entonces trabajó en Servicios Legales Comunitarios donde llegó a ser asistente legal, manejando asuntos vitales como protección contra abuso para sobrevivientes de violencia doméstica. Debido a la falta de recursos para atenderlas, el 3% de estas mujeres tenían que representarse a sí mismas en los tribunales.
“Sentí que no estaba haciendo lo suficiente para ayudarlas y quería hacer cambios en las políticas, por lo tanto, decidí estudiar Derecho”, nos explicó. En 2013, se graduó de la Universidad Temple con la especialidad en derecho de familia y de inmigración. Pronto se dio cuenta que no había suficientes servicios legales para inmigrantes en la ciudad, así que, en enero de 2015, esta abogada comunitaria abrió su propia práctica de leyes en el sur de Filadelfia, y cofundó la Asociación de Empresarios Mexicanos (South Philly Latino Business Community, en inglés), una organización que busca conectar a los dueños de negocios locales con los recursos esenciales necesarios para su éxito.
Karenina trabaja duro para conectar a la población local inmigrante con los recursos que necesitan, representando a clientes sin importar su estatus migratorio. Lo que aprendió de sus padres, Daniel y María, lo manifiesta en su trabajo diario con su clientela, creando un ambiente de apoyo que los ayuda en varias áreas de sus vidas. Esta dedicada a ayudar a las personas a lograr sus sueños, a ayudar a las familias a permanecer juntas, y a conectar a las personas con los servicios que necesitan. Karenina tiene muchas historias de éxito que contar, y es de las pocas firmas que posee la certificación para llevar casos de familia y migratorios.