Ella era una linda joven de Apatzingán, y él era un apuesto muchacho de Chavinda, ambos pueblos de Michoacán, México. Siendo adolescentes se enamoraron, y como pasa en las películas románticas, él se la “robó” a ella, en una aventura cruzando el río que separaba sus localidades, y… ¿vivieron felices para siempre?
Jesús y Beatriz, iniciaron su vida juntos en Chavinda, y tiempo después con seis hijos: Delfino, Guadalupe, Jesús, Gerardo, Arturo y Javier, iniciaron vendiendo tacos; pese a su arduo trabajo, la familia vivía aún con muchas carencias, así que Jesús decidió emigrar “al norte”, donde con mucho esfuerzo se estableció en el pueblo de Norristown, Pensilvania, donde pronto lo alcanzaron sus hijos, y su esposa.
PIONEROS
Una vez reunida la familia, decidieron vender tacos, como lo hacían en la ciudad de México, en el popular mercado de “La Mereced”; y empezaron una taquería desde su casa, pero les aconsejaron mejor abrir un pequeño local; y se asociaron con un “americano”, y nació la taquería “La Michoacana”, donde innovaron ofreciendo tacos de carnitas, tripa, cabeza y lengua.
En aquellos tiempos cerca de su domicilio había un rastro donde sacrificaban a los animales para su venta en carnicerías. Gerardo, se dio cuenta que mucha de la carne que era tirada a la basura, era la que empleaba su papá para preparar los tacos, así que ellos fueron y la pidieron. Al principio se las regalaban, pero los dueños al ver que era un producto valioso la comenzaron a vender.
En lo que considera la familia un acto de mala fe, el socio quiso abusar de la ignorancia empresarial del matrimonio Vega, y tuvieron que dejar “La Michoacana”. Con la experiencia adquirida decidieron montar un nuevo proyecto y salir adelante. Beatriz, además de las labores del hogar, del cuidado de sus hijos, y su participación en la taquería, criaba a Cristóbal, su séptimo hijo.
MÉXICO LINDO
La taquería “México Lindo” comenzó a ser muy popular entre la comunidad migrante del pueblo, no sólo por ofrecer exquisitos tacos, si no por la amabilidad y hospitalidad que los dueños brindaban a sus comensales y amigos, como lo recuerdan algunos de ellos. “Comer en el restaurante comenzó a sentirse como llegar a casa; estar con amigos en una verdadera reunión familiar”, Obed. “El matrimonio se convirtió en padres, abuelitos o tíos de muchos de nosotros, quienes buscaban un consejo, un apapacho, un saludo, una mirada amable, o un taco”, Diana.
Gerardo recuerda que a veces obsequiaban un taco a quienes lo necesitaban, en un acto que, sin duda, saciaba el hambre del cuerpo y del alma. “Pocos eran los que conocían la taquería ‘México Lindo’, pero si preguntaban por los tacos ‘El Tata’ muchos sabían cómo llegar”.
EL TATA
Jesús, “El Tata”, que en lengua purépecha (cultura indígena del estado de Michoacán) significa “padre”, y su esposa Beatriz, lucharon y se esforzaron mucho día a día, sacrificando sus propias necesidades, para sacar a sus hijos adelante.
“Mis padres siempre fueron muy exigentes pero amorosos con nosotros. Aunque yo quise estudiar, el trabajo en la taquería no lo permitió, pero no me arrepiento porque este oficio me gustó”, dice Gerardo. No obstante, el esfuerzo de los Vega permitió que Cristóbal, hoy graduado de la Universidad de Temple, estudiara y tuviera más oportunidades es este país; y siguiendo el ejemplo de sus padres y hermanos del amor por el prójimo, imparte con entusiasmo clases de arte en CCATE para niños como voluntario.
POR SIEMPRE
Tras más de 50 años de matrimonio, un día el Tata fue a México donde desafortunadamente, sufrió un accidente vial. Gerardo, fue por él y lo trajo de regreso a casa en Norristown para ser atendido en el hospital. A Doña Beatriz le dolió mucho ver a su compañero de vida así, cayó enferma, y días después sufrió un derrame cerebral del cual no sobrevivió. La familia devastada no sabía cómo decirle a su padre, quien se estaba recuperando, que el amor de su vida ya no estaba. Aunque sus hijos retrasaron como pudieron decirle la verdad a su padre, finalmente, el Tata recibió la noticia con mucho dolor, y después de tres meses extrañando la compañía y el cariño de su amada, se unió a ella, también por un derrame cerebral.
“Mi mamá murió por mi papá, y mi papá murió por mi mamá”, reflexiona Gerardo, frase que me hace recordar la novela de Shakespeare, “Romeo y Julieta”, pero a diferencia, ésta es una historia de amor que llegó a su fin con un final feliz, porque ellos vivieron felices, criaron a sus niños con amor, con valores, heredándoles el amor al trabajo y a su prójimo. Hoy, sus hijos son buenas personas, trabajadoras, honradas y amables.
Esta nota está dedicada a la memoria del matrimonio Vega, Jesús “El Tata” y de Beatriz, quienes por más de 30 años brindaron a su familia y a la comunidad de Norristown, amor… y un buen taco.
Gracias y en paz descansen.
La taquería “El Tata” está ubicada en 500 W Main St. Norristown, PA, 19401, y brinda servicio todos los días de 9:00AM a 9:00PM.
Siempre los recordaremos con mucho cariño❤️