La actividad de voluntariado ha jugado un papel crucial en la historia social de Estados Unidos. Millones de estudiantes, amas de casa, profesionales retirados y activos, empresarios, personajes públicos y hasta celebridades se involucran todos los años en miles de iniciativas de voluntariado dedicadas a prestar servicios a la población más vulnerable o minorías segregadas, entre ellos personas con discapacidades, con trastorno de adicciones, enfermos, huérfanos, ancianos, migrantes y presos.
A pesar de que en las últimas décadas han disminuido las cifras de quienes se comprometen en el voluntariado formal, en el voluntariado informal las cifras se mantienen sólidas, lo que demuestra que el sentido de solidaridad y la necesidad de donar a quien se encuentra en mayor necesidad que nosotros están siempre vigentes en ánimo y espíritu, en especial en los jóvenes.
Según cifras de la Oficina Nacional del Censo, entre septiembre de 2020 y finales de 2021, durante la segunda ola de la pandemia del COVID, cerca del 51 % de la población mayor de 16 años se involucró en algún tipo de servicio o trabajo voluntario. De ellos, cerca de la mitad, unos 60.7 millones de personas, lo hicieron a través de voluntariado formal, o sea, en ONG establecidas; la otra mitad lo hizo de manera informal, es decir, en iniciativas individuales, tareas grupales o proyectos solidarios en grupos y colectivos barriales.
Y Filadelfia no se ha quedado atrás. El mismo informe señala que a escala local el 32.9 % de los residentes participó en actividades de voluntariado formal y donó más de 78 millones de horas de servicio, tiempo valorado en unos 2.500 millones de dólares. También, que el 64.9 % de los residentes ayudó informalmente intercambiando favores con sus vecinos; el 29.1 % de ellos pertenecía a alguna organización; y el 60.1 % donó $25 o más dólares a iniciativas de caridad.
Por los beneficios del voluntariado muchos han podido descubrir y entrenarse en habilidades que desconocían tener; a otros les ha dejado una ampliada red de contactos, un aumento en la autoestima personal. Esta actitud también es un modo de conocer y acercarse a problemáticas de la comunidad que antes eran desconocidas o pasaban indiferentes; muchos reportan una mejora en la salud física al involucrarse en trabajos y actividades a cielo abierto, y la mayoría reporta una mejoría general, ya sea en la salud mental o en el bienestar anímico y espiritual.
Una muestra ejemplar de involucramiento social la ha dado la doctora Janet Haas, presidenta emérita de la Fundación William Penn, quien recientemente convocó a la Fundación Filadelfia y al Instituto de Periodismo Lenfest para crear “Philly-Gives”, un fondo para auxiliar y sostener financieramente a las Non Proffit que trabajan en primera línea de atención y servicios a las poblaciones vulnerables.
A esta iniciativa se han unido medios de prensa de la región como The Inquirer, el Tribune, 6abc, Impacto, con la idea de llevar a más personas todas las propuestas asociadas a la noble iniciativa.
Las organizaciones que recibirán la primera serie de apoyos financieros son ACLAMO, la Clínica Comunitaria Ann Silverman, Hopeworks, YMWIC, GALAEI, el Centro para la Violencia Doméstica de Chester, VietLead, Why Not Prosper y YEAHPhilly. Todas son iniciativas creadas y dirigidas por personas generosas que han dedicado buena parte de su vida a ponerlas en pie, pero que para su funcionamiento dependen del trabajo generoso de los voluntarios y de las donaciones que reciben, ya sea de fondos del Gobierno, de la iniciativa privada y de personas caritativas.
Tras la polarización y las fracturas sociales que dejó la campaña política, tal vez el mejor modo de relanzar la solidaridad y la conciencia cívica sea promover la filantropía, y la vocación al voluntariado, donde se puede descubrir la enorme satisfacción que produce el dar.