LA HABANA. — Redondos, negros, llenos de imperceptibles surcos, los discos de vinilo que marcaron el compás de la vida de nuestros abuelos cobraron renovado protagonismo este fin de semana en Cuba.
Sin importar que hubieran sido usados mil veces, estos discos volvieron a sonar tocados por las delicadas agujas que hicieron bailar a los jóvenes y aglutinaron a varias decenas de ávidos coleccionistas de este soporte musical analógico.
A medida que los viejos discos de vinilo se vuelven cada vez más populares en el mundo, en Cuba la segunda versión del Festival de Havana RPM –-una alusión a revoluciones por minutos y el tiempo en que giran las placas-—mostró que el interés por los también llamados multisurcos no se ha perdido en la isla, la cual por décadas se destacó en su producción y distribución y en los cuales se guarda gran parte de su clásico patrimonio sonoro.
En un antiguo almacén de la Avenida del Puerto un puñado de DJs de cubanos y extranjeros —italianos y canadienses— se programaron para “pinchar” —como se dice en su argot la tarea de mezclar música— durante dos días —hasta el viernes por la noche— con discos de vinilos, una actividad que se acompañó de un simposio sobre este soporte.
Además se realizó una feria de coleccionistas y melómanos que intercambian o venden esos discos –sobre todo de música cubana– caracterizados por sus grandes carátulas de cartón y su vistoso arte de tapa.
“Lo más importante de un DJ es la colección. Esto se trata de la música… y el soporte que más ha trascendido es el vinilo”, dijo a The Associated Press, Reinier Torres, más conocido como DJ Reitt, de 40 años de edad. “Las nuevas tecnologías brindan muchas posibilidades y no es que se quiera complicar la vida de la gente, pero el DJ, como formación tiene que tener esta base completa”.
DJ Reitt se especializó en mezclar vinilo con música cubana, un muestrario que va de los Van Van a la orquesta Aragón, o Iraquere.
Lanzado a finales de la década de los años de 1940 en Estados Unidos por la firma Columbia Records, una de las más importantes compañías de la industria discográfica para remplazar a los antiguos discos de goma, los de vinilo se masificaron copando completamente el mercado de la música por su mayor nitidez y durabilidad.
Sin embargo, en los años de 1980 perdieron terreno entre el público y la industria primero a manos de los cassettes, posteriormente de los Cds –o discos compactos– que permitían un almacenamiento en un espacio más pequeño.
Cuba llegó a ser un bastión de la producción y distribución de los vinilos sobre todo a partir de la creación de la firma Panart que los hiciera en la propia isla en fuerte competencia a compañías mundiales como las RCA Victor o la Columbia que los traían de afuera.
Tras el triunfo de la revolución en 1959 y en los primeros años de los 60 las disqueras quedaron intervenidas por el Estado. Las transnacionales se fueron y en 1964 se creó la empresa nacional EGREM, que lideró este sector sin sombra hasta los 80, cuando también comenzaron a operar otros sellos, pero sin perder su primacía.
“Había un correlato entre la creación, la grabación, prensado, distribución y ventas de ejemplares”, explicó a la AP, Rafael Valdivia, un destacado coleccionista de vinilos y experto cubano al indicar que cada año se fabricaban y exportaban desde Cuba “cientos de miles de discos” de la muy reconocida música isleña.
“La industria musical cambió drásticamente pero se sigue produciendo el vinilo (en el mundo), la novedad es que el vinilo se vende (ahora) más que el CD, pero en relación a las descargas ‘streaming’ es mucho menor”, agregó.
El director de la EGREM, Reinier Rodríguez, indicó recientemente que buscarían retomar la producción limitada de los discos de vinilo para 2025 debido una tendencia mundial que los trae de regreso a los mercados más exclusivos y a pedido de los propios artistas que salen a presentarse al exterior. Este año no se imprimió ninguna obra en este soporte en la isla.
Para el coleccionista y melómano cubano Ramiro Fabars, quien además tiene un puesto de comercialización de discos en el festival, nada se compara con escuchar su música favorita con el multisurcos puesto en un tocadiscos.
Su tarima estaba tapada de pilas de discos de vinilo, allí convivían: La Sonora Matancera, Celia Cruz, La Charanga Habanera, aquellos primeros discos de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés o compilados del Benny Moré, Alberto Ruiz y su conjunto o Joseíto González con su Rumbavana.
“En el caso de la música cubana aquí está lo clásico, lo original, los mejores jazzistas, los mejores percusionistas”, expresó apasionadamente Fabars. “Con el vinilo se rescata la calidad original que tiene”.